Consagrada desde su niñez al servicio de Dios y a atender a los enfermos y desamparados, cada 30 de agosto conmemoramos a nivel nacional la milagrosa herencia de una de las santas más influyentes en la historia del catolicismo.
Declarada patrona principal de las Américas, Indias Orientales y Filipinas por el Papa Clemente X debido a su reconocida labor filántropa y social, la vida de Isabel Flores de Oliva, mejor conocida por su denominación religiosa de “Santa Rosa de Lima”, es celebrada en el Perú y en diversos países cada 30 de agosto, tal y como lo fijó este mismo Sumo Pontífice. Hoy, para rendir homenaje a su inacabable obra, repasamos cinco momentos que resumen su eterno legado.
- ESCUCHÓ EL LLAMADO DE JESÚS EN SU NIÑEZ. Rosa estuvo, desde pequeña, dedicada a la oración. Fue así que mientras rezaba ante una imagen de la Virgen María con Jesús en los brazos, escuchó un celestial llamado: «Rosa, dedícame todo tu amor». Ella, entonces, tomó la decisión de que entregaría su vida a servir a los demás como Cristo lo hizo.
- A LOS 11 AÑOS, EL ARZOBISPO DE LIMA OFICIA SU CONFIRMACIÓN. Antes de llegar a la adolescencia, su familia se muda a la humilde localidad de Quives, en la sierra de Lima, y fue allí donde, en una visita pastoral, recibió el sacramento de la confirmación a manos de Santo Toribio Alfonso de Mogrovejo, el arzobispo de Lima durante aquella época.
- CON 20 AÑOS, TOMA EL HÁBITO Y VOTOS DE CASTIDAD. A pesar de que sus padres le trataron de presentar varios pretendientes para unirla en matrimonio, su determinación y deseo de entregarse a Dios permitieron que finalmente acepten que se convierta en terciaria dominica en 1606, lo que le ayudaría a fortalecer su camino y desarrollo espiritual.
- DEDICA SU ADULTEZ A SOCORRER A LOS ENFERMOS. Tras ser ordenada como religiosa, Rosa trabajó fervientemente en favor de la educación cristiana y el cuidado de ancianos abandonados. Fue así que estableció un albergue cerca de su casa, donde acogió a personas con enfermedades infecciosas, dándoles atención y consuelo sin distinción.
- ENTREGÓ SUS ÚLTIMOS AÑOS DE VIDA A LA ORACIÓN. Luego contraer una hemiplejia que le impidió continuar con su labor social, decidió dedicar el final de sus días sumida en oración y ayuno con una rigurosa disciplina; ello con el fin de suplicar por el perdón divino no solo de sus propios errores, sino también el del prójimo.
Aunque han transcurrido 438 años desde su nacimiento, aún se conserva —inmortal— la obra y vida de Santa Rosa de Lima.