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Sesenta años de historias

Marco Moreno, Susana Li Yuen y Lucy Lay, exalumnos de la primera promoción de Juan XXIII, recuerdan los primeros años del colegio y su evolución a través del tiempo.

Una casita en la calle Choquehuanca, en el distrito de San Isidro: así empezaron las clases en Juan XXIII. Era 1962. Al año siguiente, gracias a la caridad de iglesias y cristianos, se recaudaron fondos para la construcción del colegio en el terreno que conocemos hoy en día, un lugar que, en ese tiempo, estaba rodeado de campos de cultivo y acequias. «Era muy emocionante para mí salir a los alrededores a buscar hojas y tallos en nuestras clases de botánica», recuerda Susana Li Yuen, exalumna de la primera promoción. Así como ella, sus compañeros Marco Moreno y Lucy Lay cuentan que vieron, a través de los años, cómo aquellas chacras se convertían en edificaciones.

Un personaje muy importante para el nacimiento de nuestro colegio fue el Obispo Mons. Orazio Ferruccio, franciscano de Trento (Italia), quien después de 19 años de apostolado misionero en la China, había aceptado la invitación del papa Pío XII a venir al Perú. Monseñor Ferruccio se propuso fundar un centro educativo católico para los niños y jóvenes de la comunidad china, con la seguridad de llegar de esta forma también a sus padres llevándoles el Evangelio. Susana, Lucy y Marco recuerdan muy bien a Mons. Ferruccio. «No era muy hablador, pero infundía respeto y cariño. Hablaba tres idiomas: español, italiano y chino», comenta Marco. Lucy, por su parte, quedó agradecida de por vida con él, ya que en 5o de Secundaria le consiguió una beca para estudiar un año en Rhode Island, Estados Unidos.

EDUCACIÓN DE CALIDAD, SIEMPRE

El colegio creó las condiciones favorables para el encuentro de dos mundos culturales: el peruano y el chino. Contribuyó de esta forma a la creación de una nueva sociedad con mayor riqueza por su pluralidad e interculturalidad. Para ello, las Hermanas de la Caridad, de Cincinnati, Ohio — o Sisters, como las llamaban los alumnos en aquella época —, fueron muy importantes en la formación de los estudiantes, por haberles dado una buena base del idioma inglés. Lucy, por ejemplo, recuerda con cariño a sister Alfonsina, quien enseñaba Artes Manuales. «Con ella aprendí a tejer, coser y bordar. A los 9 años hice a mano una falda celeste plisada; esa anécdota la atesoro», confiesa.

Lamentablemente, muchos de los profesores han fallecido. «Es parte de la vida, pero estamos felices de tener con nosotros al padre Pacífico, que tiene 83 años; a la madre Bárbara —primera directora del colegio—, de 93 años, que es un ícono para la promoción; a nuestra tutora, Fermina, de 87 años, y a Mario Rivas, que trabajó en el colegio muchos años como entrenador», destaca Marco.

LA PRIMERA PROMOCIÓN

A las puertas de celebrar sus bodas de oro, los alumnos de la primera promoción de nuestro colegio son un reflejo de la excelencia académica y la integración de la comunidad peruano-china. Es así que para septiembre tienen programada una misa en el colegio con una clase magistral que será dictada por Monseñor Pachi, así como un almuerzo y un viaje a Punta Sal.

«Hay muy buenos recuerdos y siempre nos estamos juntando. Tenemos un grupo de WhatsApp, por lo que hay constante comunicación», asegura Marco. «Nos enseñaron buenos valores, saber lo que es el respeto, el trabajo y una buena base académica. Estoy muy agradecida con el colegio, los profesores y toda la administración», finaliza Lucy. Cada vez falta menos, los primeros hijos del colegio Juan XXIII se volverán a juntar en el lugar que fue su segunda casa.