Historia

El Colegio Peruano Chino “Juan XXIII” nace en el año 1962 a iniciativa del Obispo Mons. Orazio Ferruccio Ceol, franciscano de Trento (Italia); quien, después de 19 años de apostolado misionero en la China, había aceptado la invitación del Papa Pío XII a venir al Perú como misionero de la Comunidad China. Monseñor Ferruccio, convencido del importante papel que tiene la educación cristiana en la tarea evangelizadora, se propuso fundar un centro educativo católico para los niños y jóvenes de la Comunidad China, con la seguridad de poder llegar de esta forma también a sus padres y llevarles el Evangelio.

El colegio, además, crearía las condiciones favorables para el encuentro de lo mejor de los dos mundos culturales, el peruano y el chino; contribuyendo de esta forma a la creación de una sociedad nueva, más rica por ser pluralista e intercultural, y más acorde con los nuevos tiempos de un mundo globalizado Recorriendo su historia, encontramos que nuestro colegio ha nacido de la utopía de Monseñor Ferruccio, así como de la conjunción de voluntades y esfuerzos de muchas personas e instituciones de la Comunidad China, reunidas bajo el liderazgo del mismo Monseñor; y del servicio educativo y pastoral ofrecido por las Hermanas de la Caridad (de Cincinnati, Ohio)
Quien dio el impulso inicial decisivo para la creación del colegio fue el Papa Juan XXIII, con sus palabras de aliento a Monseñor, con su Bendición a la Obra, y con el primer aporte económico a su construcción. Por eso, todos en nuestro colegio hemos de recordar como un testamento santo las palabras de despedida con las que el Papa Juan XXIII saludó por última vez a nuestro fundador: “Regresa al Perú, trabaja en nombre de Dios y en el mío, y todo será un suceso”.

Esta Obra, pequeña en sus inicios, tuvo y tiene en la utopía cristiana de Mons. Ferruccio la razón de ser y la fuerza impulsora de su desarrollo: “Los hijos de ascendencia china estudien junto a sus hermanos peruanos y, a través de un proceso psicológicamente estudiado, se integren maravillosamente a la sociedad peruana”.
Y también: “La educación que se imparta en el colegio deberá estar basada sobre los infalibles principios cristianos”.

Llegado hoy a la experiencia y madurez de más de 50 años de vida institucional, nuestro colegio debe, por un lado, conocer sus raíces y asumir libre y gozosamente sus principios, ideales y retos; por otro lado, debe también abrirse más y más para ser portador de su propuesta educativa y de su solidaridad cristiana a quienes lo buscan, siguiendo la palabra del Papa Juan XXIII que nos decía: “La vida no está hecha para encerrarnos dentro de nosotros mismos, en el egoísmo y la ligereza; sino para entregarnos, construir y hacer el bien. La vida no es inercia, sino generosidad y valor”.

De esta forma cumpliremos el mandato de Jesús “que vino a servir y no a ser servido”; y seremos realmente la escuela que soñó nuestro fundador, en cuanto colaboradores y partícipes en la construcción de una nueva sociedad en el Perú y en el mundo; una sociedad más justa, fraterna y solidaria; una sociedad auténticamente cristiana.